¡¡Extra, extra!!
Voceadores de prensa, LA RONDA INFORMATIVA
La transformación digital que vivimos nos permite, entre otras cosas, tener al alcance de nuestra mano todo un universo de información. Con un solo vistazo a nuestro smartphone podemos conocer lo que sucede en cualquier parte del mundo en tiempo real, pero… ¿cómo podía alguien mantenerse al tanto de las noticias hace cien años si no existían las alertas móviles ni las notificaciones?
Durante el primer tercio del siglo XX y hasta el comienzo de la Guerra Civil, la venta de periódicos en Madrid se realizaba mediante dos canales: las suscripciones y la venta callejera.
El vendedor de periódicos fue una figura habitual del paisaje urbano madrileño. Se trataba de chavales que vendían su producto, bien en humildes puestos o bien pregonando en los puntos clave de la vida ciudadana: eran los llamados voceadores de prensa.
Antes de amanecer para la edición matutina, o a última hora de la tarde para la vespertina, esperaban a la salida de las rotativas de los periódicos para hacerse con la mayor cantidad posible de ejemplares.
Con un buen fajo de periódicos bajo el brazo, recorrían las calles de Madrid cantando las noticias, que solían limitarse a tres asuntos: el artículo de fondo, la sesión del Parlamento y el crimen del día. “¡Ha salido ABC!”, “¡El Heraldo, ha salido el Heraldo!”, Informaciones, La Época, El Liberal... todas las cabeceras de las editoriales se anunciaban de esta manera.
El voceador se apostaba en la esquina establecida, ya fuera invierno o verano, permaneciendo a la intemperie. Se protegía con una gorra del sol del verano y, del frío del invierno, cubriendo su tórax con hojas del ejemplar de la víspera, que funcionaban como aislante.
Por otra parte, los puestecillos de prensa estaban construidos de forma precaria, bien en los soportales de un edificio, bien a la puerta de algún comercio o cafés del centro, como el Café Madrid, el Café de Fornos, el Central o el Suizo.
Tras el estallido de la Guerra Civil, en 1936, se prohibió la venta callejera de periódicos de información general, desapareciendo progresivamente la figura del voceador.
También en estas fechas se procedió a eliminar de las calles todos los puestecillos de periódicos, debido a su imagen antiestética y a que dificultaban el tránsito de peatones y vehículos. En su lugar se comenzó a levantar kioscos de mampostería exclusivamente para vender periódicos en la ciudad. Estos kioscos eran adjudicados por licitación pública, pero se reservaba una concesión especial a los inválidos de guerra y a sus familias.
Con el tiempo, proliferaron este tipo de kioscos de prensa permanentes, derivando en los que hoy todos conocemos, como este que podemos encontrar en plena Gran Vía y que, igualmente, están comenzando a extinguirse de las calles de nuestras ciudades.
La construcción de estos kioscos, acabó por completo con la figura entrañable del chaval voceando las cabeceras y ofreciendo el periódico por las calles de Madrid, pero no os preocupéis… por si lo echarais de menos, y aunque ya no soy un jovenzuelo… yo me ofrezco como vuestro voceador digital: “¡¡¡Extra, extra!!! ¡¡¡Nuevo post de Revive Madrid!!! ¡¡¡Extra, extra!!!”