La fuerza del destino
julián gayarre, una voz sin rival
Si te preguntara quién es, en tu opinión, el mejor cantante español de todos los tiempos, ¿cuál sería tu elección? Seguramente cada uno tenemos varios candidatos, en función de nuestra generación y nuestro estilo musical favorito… pero hoy os presento a alguien que siempre estará muy por encima de todos, de cualquier estilo, de cualquier época y de cualquier generación… uno cuyo apodo anula directamente cualquier competencia: Julián Gayarre, "la voz sin rival".
La vida de Julián Gayarre es una historia casi de leyenda que bien se podría titular, al igual que la ópera de Giuseppe Verdi, La fuerza del destino.
El 9 de enero de 1844 nacía en Roncal (Navarra), Sebastián Julián Gayarre, en el seno de una familia humilde que no pudo ofrecerle estudios. Desde los trece años tuvo que resignarse a una vida de trabajo… para empezar como pastor, en las sierras del Pirineo.
Estaba claro que el joven Julián no estaba hecho para ser pastor… le encantaba silbar, pero zarzuela, no con la intención de reunir al rebaño, al que por otra parte nunca prestaba atención, por lo que su padre decidió buscarle trabajo en Pamplona. Allí entraría como aprendiz en una quincallería, para vender cintas y puntillas de tela.
Poco duró en este nuevo empleo… a los pocos días su patrón le despidió por desatender el negocio y seguir absorto a la banda de música de un Regimiento que desfilaba por las calles de la ciudad. Parecía que Julián era incapaz de encontrar su camino en la vida… y es que no siempre la senda del éxito está marcada con flechas de neón.
En su tercer intento, el joven navarro encontró trabajo como herrero en Lumbier. En la forja, mientras martilleaba el yunque, cantaba jotas para amenizar las jornadas de sus compañeros que, admirados por su talento natural, le animaron a inscribirse en el Orfeón pamplonés. Por fin el camino de Gayarre mostraba un horizonte nítido: la música.
Ayudado por el maestro y sacerdote Hilarión Eslava, que había quedado prendado de su voz, Gayarre llegó a Madrid para estudiar en el Real Conservatorio, donde progresó, aunque no hasta el punto de convertirse en un tenor de éxito. Si quería triunfar necesitaba formación superior, fuera de España… pero desafortunadamente no tenía con qué pagarla.
Desanimado, volvió a su hogar, Roncal, dispuesto a abandonar su sueño y encontrar un nuevo oficio… pero no contaba con el apoyo incondicional de sus paisanos, que consiguieron reunir el dinero suficiente para enviar a su joven promesa a Milán, donde recibiría clases de canto. Sólo un año después, Gayarre tenía la oportunidad de encabezar el elenco de su primera ópera, Elixir d´amore, de Gaetano Donizetti.
El mismo día del estreno, el 20 de septiembre de 1869, justo antes de salir a escena, Julián había recibido un telegrama que le notificaba la muerte de su madre. Al cantar el aria Una furtiva lágrima, el público milanés, al tanto de la triste noticia, lo acogió con emocionadas ovaciones.
A partir de este momento comenzó para el tenor una carrera meteórica de éxitos en los mejores escenarios operísticos del mundo: Londres, Milán, Rusia, Buenos Aires, Austria, Alemania, España, Francia... y nuevamente Italia.
El 2 de enero de 1876, se consagraba en La Scala de Milán con su actuación en La favorita, de Donizetti, erigiéndose como figura mundial y ganándose el sobrenombre de "la voz sin rival".
La voz del tenor navarro era portentosa. En una ocasión, en el Covent Garden de Londres, tras cantar Lohengrin, un caballero se acercó para saludarle emocionado: "Señor Gayarre: así soñé que fuera el personaje que usted acaba de representar. ¡Lo felicito!". Al marcharse, Gayarre preguntó quién era aquel hombre eufórico... era Richard Wagner, autor de la obra que acababa de representar.
Diciembre de 1889. Madrid vive asolada por una epidemia de gripe que ya ha causado medio millón de muertos en todo el mundo. En tan sólo dos meses en la capital han fallecido más de seis mil personas. Aunque no es lugar seguro, Julián Gayarre no piensa dejar de actuar el 8 de diciembre en su querido Teatro Real.
El día de la actuación el tenor no se encuentra bien. Ha amanecido con fiebre y malestar, pero no quiere fallar al público madrileño, al que tanto debe. Aquel día la cifra de víctimas por gripe en Madrid alcanza las doscientas... y pronto se iba a sumar una más.
Aquella noche Gayarre subió enfermo al escenario de el Real entre los aplausos del público para encarnar a Nadir, el papel principal de Los pescadores de perlas, de Georges Bizet.
Al llegar el entreacto el tenor apenas se tenía en pie. “No puedo cantar”, afirmó a sus compañeros de reparto. La función quedó detenida pero los espectadores, conscientes de la gravedad del momento, intentaron estimular nuevamente con sus aplausos al navarro que, al límite de sus fuerzas, volvió a salir al escenario.
Sin embargo, al cantar la romanza Mi par d’udire ancora, que culmina con un “Si natural”, la voz de Gayarre se quebró… algo que nunca le había ocurrido en toda su carrera. “Esto se acabó”, musitó, mientras se retiraba a su camerino.
Tras un primer reconocimiento médico le fue diagnostica bronconeumonía, una enfermedad sin cura en aquella época. Enseguida fue trasladado a su casa, en este número 6 de la cercana Plaza de Oriente, el mismo edificio en el que tiempo antes había vivido Guiseppe Verdi, en cuyo portal se instaló un libro de firmas para que el pueblo de Madrid pudiera demostrar apoyo a su ídolo.
La Reina Regente, María Cristina de Habsburgo, enviaba cada día un emisario a la casa para obtener noticias de primera mano sobre la evolución de la enfermedad de su cantante favorito, que agonizaba dos pisos más arriba.
Finalmente, el 2 de enero de 1890, fallecía Julián Gayarre. Se cuenta que, momentos antes, aún tuvo fuerzas para musitar con ironía: “ahora no dirán que no sé morir, esto no es teatro”.
Al conocerse la noticia, la sociedad madrileña se echó a la calle bajo una intensa nevada para dar su último adiós al cantante desde la Plaza de Oriente.
El día de su entierro todos los teatros de la capital, e incluso las tertulias de café, cerraron en señal de duelo. Su féretro, cubierto de nieve y al son de La Favorita, fue acompañado por multitudes en su paso por la calle Mayor y la Puerta del Sol, intransitables por la afluencia de gente.
El homenaje continuó frente al Teatro de la Comedia, el Teatro Español, el Novedades, el Teatro de la Zarzuela, el Teatro Lara…y en los días posteriores, en todas y cada una de las estaciones de tren importantes hasta Roncal, pueblo natal del cantante, donde su cuerpo descansa actualmente en el mausoleo que el escultor Mariano Benlliure le dedicó. Un monumento que estuvo muy cerca de ubicarse en la actual plaza de Isabel II de Madrid a iniciativa de la regente María Cristina… tal fue la importancia histórica de Julián Gayarre.
Tras la muerte del legendario tenor, la ciencia médica se interesó por conocer el secreto de su voz. Con el permiso de su familia se extirpó la laringe al cadáver y se acreditó que su amplitud proporcionaba al cantante un mayor caudal de aire, explicando en parte el prodigioso fiato que permitía a Gayarre mantener una nota aguda hasta 28 segundos.
Hoy resulta imposible mostrar ninguna referencia de Julián Gayarre como cantante, más allá de los documentos escritos y la prensa de la época, ya que no existe testimonio sonoro de su arte… pero en cambio sí podemos contemplar su laringe, expuesta en la Casa-Museo Julián Gayarre de Roncal... lo que parece un legado macabro para quien fue y nunca dejará de ser la voz sin rival.