La mirada del ayer
jean laurent: un retrato de madrid
¿Quién no se ha emocionado al volver a abrir un antiguo álbum de fotografías perdido en las estanterías de casa? Pasear entre sus páginas es como hacerlo por nuestra memoria, reviviendo momentos y emociones compartidas quizá con quienes ya no están, o experiencias vividas en lugares que siempre formarán parte de nuestra propia historia.
Sensaciones que resultan inexplicables más aún hoy, inmersos como vivimos en una sociedad en la que todo ocurre tan deprisa y en unos tiempos en los que las redes sociales nos presentan cada día nuevas formas de relato, difícilmente somos conscientes del cambio revolucionario que supuso para el mundo el desarrollo de la fotografía a mediados del siglo XIX.
EL SIGLO DE La imagen_
El siglo XIX en Europa ha sido bautizado con diferentes nombres: el siglo del vapor, el de la electricidad o el de las comunicaciones. Todas estas denominaciones revelan los avances y transformaciones vividas por una sociedad preindustrial y burguesa, impulsada por las ideas de la Ilustración y el positivismo, que poco a poco fueron calando y marcando el camino hacia la modernidad.
Sin embargo, la capacidad de poder reproducir vistas de la realidad a través de la fotografía inauguró, sin saberlo, una nueva era: la de la imagen. Y es que, desde su nacimiento, la fotografía cambiaría para siempre nuestra forma de ver el mundo.
LOS INICIOS DE LA FOTOGRAFÍA_
Desde su aparición en Francia en 1839 en forma de daguerrotipo, la fotografía fue vista como la sustituta natural de la pintura, si bien inicialmente se mantuvo alejada de las Bellas Artes al considerar su técnica como un proceso mecánico.
Aunque al principio sus géneros y temáticas recogieron los propios de la herencia pictórica, como el retrato o las escenas cotidianas, la fotografía destacó fundamentalmente como herramienta documental, enfocada en la conservación de la memoria de la arquitectura, el urbanismo y el patrimonio monumental que el paso del tiempo y las revoluciones podrían acabar destruyendo.
Sin embargo, pronto quedó claro que el proceso de fotografiado no suponía una simple alternativa amateur a la pintura. Muy al contrario, para dominar la fotografía era necesario conocer las cámaras, los procesos químicos de las sustancias utilizadas, adquirir un equipo fotográfico completo y, además, estar al día de las rápidas las innovaciones que se producían constantemente en este campo, con el fin de conseguir mejoras con las que resultar competitivo.
Todos estos requisitos provocaron que inicialmente la fotografía fuera desarrollada por científicos, empresarios o artistas (denominados fotógrafos) que supieron ver en esta novedosa técnica un negocio lucrativo.
ESPAÑA y la imagen romántica_
En el momento en el que la fotografía se expandía mundialmente, España se mostró como el lugar idóneo para ser representado, atendiendo al Romanticismo predominante en Europa que veía en nuestro decadente país el arquetipo del viaje romántico.
La Guerra de la Independencia contra los franceses había reducido a escombros buena parte de las ciudades españolas, arruinado sus nacientes industrias y destrozado los campos que, abandonados, quedaron yermos.
Hacia mediados del siglo XIX España se encontraba en un lento proceso de urbanización. Precisamente el atraso del país y sus ruinas se convirtieron en el escenario perfecto para despertar los sentimientos de melancolía y nostalgia de aquellos visitantes extranjeros en cuyos países ya se estaba viviendo el proceso de industrialización.
Nuestro país se convirtió en la imagen romántica por excelencia proyectada por los mejores escritores del momento que, a través de la literatura de viajes, animaban a los intrépidos viajeros románticos (fundamentalmente británicos y franceses) a descubrir y experimentar las ruinas del glorioso pasado español.
viajeros de papel_
Paralelamente al “viajero físico” surgió el “viajero de papel”, tan curioso e infatigable como el que decidía vivir la aventura en primera persona. Se trataba de aquellos que no podían permitirse viajar y, en cambio, consumían los originales “libros de viajes” que alcanzaron enorme auge y popularidad en toda Europa con autores como Alexandre Dumas, Prosper Merimée o Theophile Gautier.
La nueva fotografía sirvió para impulsar este tipo de ediciones. Hasta entonces ilustradas con evocadores grabados y litografías, los nuevos daguerrotipos ya podían mostrar la realidad de los escenarios descritos.
HACIA LA MODERNIDAD_
La imagen exótica que se había mostrado de España comenzó a cambiar con el reinado de Isabel II, iniciado en 1843.
Con el asentamiento de la burguesía en las ciudades y la consolidación de una nueva esfera cultural liberal, se favoreció el desarrollo de la industria y la formación de un mercado nacional: nuestro país iniciaba su camino hacia la modernidad.
El ferrocarril y las nuevas infraestructuras construidas en esta época atrajeron, nuevamente, la atención de los fotógrafos, deseosos de plasmar no sólo el glorioso pasado de nuestro país sino también sus ansias de renovación.
ISABEL II, MECENAS DE LA FOTOGRAFÍA_
El verdadero desarrollo de la fotografía española se debe tanto a la reina Isabel II como a su cuñado, el duque de Montpensier. Ambos reunieron y almacenaron una amplia colección de imágenes de la España del siglo XIX.
Para Isabel II, la fotografía se convirtió en el medio perfecto para documentar los avances acometidos en el país bajo su reinado: la Corona pretendía transmitir modernidad a los cuatro vientos y la fotografía se lo iba a permitir.
Este nuevo medio se convirtió en la propaganda necesaria para retratar los viajes oficiales de la soberana, al tiempo que permitía inmortalizar las mejoras y modernizaciones del territorio. Por este motivo, de la mayoría de las estancias de la Reina a lo largo de la geografía española se conserva algún álbum fotográfico de recuerdo.
Desde la Casa Real Española se fomentó el mecenazgo de fotógrafos, de manera que muchos operadores extranjeros viajaron hasta nuestro país en busca de la protección y publicidad que les supondría trabajar para la Corte española.
LA FOTOGRAFÍA Y LA NUEVA PRENSA_
Además, a partir del 1860 la fotografía comenzó a ser muy valorada tanto por las revistas ilustradas como por la prensa escrita, que hasta el momento se habían nutrido de la obra de ilustradores gráficos. La posibilidad de acompañar los artículos con imágenes reales generó un enorme aumento de lectores y, por lo tanto, de beneficios económicos.
FOTÓGRAFOS DE UN SIGLO CONVULSO_
Esta coyuntura desembocó en la época dorada de la fotografía comercial española, destacando en cuanto a producción y calidad dos figuras: el británico Charles Clifford y el francés Jean Laurent. El camino iniciado por el primero sería ampliado y mejorado por el segundo, Laurente, el hombre llamado a retratar la inquieta España de la segunda mitad del siglo XIX.
Y es que nuestro país en aquel momento no era en absoluto una balsa de aceite, más bien todo lo contrario… una nación sacudida por numerosos cambios y convulsiones, agitada en lo político, en lo social, en lo militar y en lo cultural.
En medio siglo España pasaría, entre otros avatares, por una Revolución que derrocaría a Isabel II, el corto reinado de Amadeo de Saboya, la I República, el golpe de Pavía, la Restauración alfonsina, dos guerras carlistas, la rebelión cantonal, las guerras coloniales en Marruecos o las primeras huelgas.
Entre tanto, el crecimiento económico que experimentó el país a mediados de siglo, marcado por un fuerte impulso de la industrialización y los grandes proyectos de ingeniería, derivó en una constante sucesión de ciclos de contracción y expansión que incrementaron aún más las diferencias entre las clases sociales.
Por otro lado, España tomaba por primera vez conciencia de su gran patrimonio artístico, en gran parte abandonado después de la Desamortización de Mendizábal.
LA LLEGADA DE LAURENT A MADRID_
Esta era la España dinámica y ansiosa de progreso que Jean Laurent Minier documentaría a través de su cámara a lo largo de tres décadas de trabajo, que comenzarían con su llegada a Madrid en 1844.
Curiosamente, el francés llegaba a la capital para trabajar, pero no como fotógrafo. Previo paso por París, dónde había aprendido los métodos de fabricación de papel de lujo para encuadernaciones y cajas, así como algunas técnicas de coloreado de fotografías, se estableció en Madrid para trabajar como maestro jaspeador.
Sin embargo, el auge que la fotografía vivía en toda Europa unido a su espíritu emprendedor, pronto impulsó a Laurent a cambiar de profesión y apostar por este nuevo negocio.
PRIMER ESTUDIO FOTOGRÁFICO_
En 1856 el francés inauguraba un comercio-estudio fotográfico en la azotea del número 39 de la Carrera de San Jerónimo (espacio hoy ocupado por el Congreso de los Diputados), aprovechando el local que anteriormente había servido de taller al británico Charles Clifford.
FAMA Y CLIENTES ILUSTRES_
Especializado en un primer momento en la producción de retratos, a los que incorporó novedades como la aplicación del color en las copias, desde muy pronto “Fotografías J. Laurent” cosechó una gran fama y demanda por parte de alta sociedad madrileña.
Por su estudio pasaron las figuras más importantes del Madrid decimonónico en busca de su retrato: políticos, aristócratas, toreros, actores, actrices, artistas plásticos, escritores, músicos, etc. Personajes como Espartero, Prim, Gustavo Adolfo Béquer, Frascuelo o el marqués de Salamanca frecuentaron su taller.
Todo el que era alguien en la capital, o aspiraba a serlo, debía contar con un retrato realizado por J. Laurent o con sus famosas “tarjetas de visita”: decenas de copias de tamaño de 6x10 centímetros que el francés realizaba a partir de una fotografía de retratado.
La actividad como retratista de Laurent dio lugar a un archivo extraordinario de la sociedad madrileña de su tiempo que, desde 1861, incluiría a la propia Isabel II, al ser nombrado “Fotógrafo de Su Majestad la Reina”, cargo que desempeñó hasta el derrocamiento de la monarca con la Revolución Gloriosa de 1868.
MADRID COMO MODELO_
Al mismo tiempo que el estudio del francés crecía en popularidad, las técnicas fotografías se iban depurando. Constantes avances contribuyeron a agilizar los tiempos de exposición, mejorar la definición de la imagen y permitir la movilidad de las aparatosas cámaras, especialmente la invención del colodión húmedo.
A diferencia del daguerrotipo anterior, el colodión permitía la producción de fotografías al aire libre y la elaboración de copias. Pronto, Laurent supo ver la relevancia que tendría esta nueva técnica y se animó a salir a la calle para tomar novedosas vistas de Madrid.
A través de su cámara plasmó el incipiente bullicio artístico que brindaba el Madrid de la época, con imágenes únicas del Teatro Real, el de la Zarzuela o el Español; capturar el ambiente de los cafés literarios, como el Café de Fornos; reflejar el Madrid aristocrático con vistas de palacetes hoy desaparecidos como el de Xifré; e inmortalizar el Madrid monumental con tomas del Museo del Prado, la Plaza Mayor o la plaza de toros de Fuente del Berro.
Estas series de fotografías incrementaron enormemente la popularidad de Laurent, no sólo por su novedosa temática sino por la originalidad de la técnica, buscando los efectos de contraluz, el silueteado de arquitecturas y la sensación de profundidad.
NACE LA CASA LAURENT_
J. Laurent se convirtió en el fotógrafo de moda del siglo XIX, no sólo en Madrid sino en toda España. De hecho, gracias a la recién inaugurada línea de ferrocarril, viajó por toda la península fotografiando y catalogando los tesoros de ciudades como Valladolid, Alicante o Toledo.
Con el tiempo, la demanda de fotografías de la Casa Laurent creció tanto que fue necesario comisionar a fotógrafos colaboradores para que viajaran por España y Portugal fotografiando nuevas provincias, con el fin de completar los fondos de su archivo. Así, mientras el propio Laurent estaba tomando vistas en una ciudad, otro equipo de fotógrafos trabajaba en otro lugar empleando todos ellos un formato unificado… de ahí que la firma de sus imágenes siempre sea la misma: “Laurent y Cía”.
UN LABORATORIO PORTÁTIL_
Para sus desplazamientos, los fotógrafos de la Casa Laurent empleaban un curioso carromato-laboratorio donde revelaban y, más tarde, transportaban las imágenes.
La razón es que los negativos de colodión húmedo debían prepararse, exponerse y revelarse en pocos minutos, siendo imprescindible contar con un laboratorio de campaña que permitiese trabajar en oscuridad.
El carruaje laboratorio de Laurent facilitaba trabajar en cualquier ambiente, tanto en ciudades como en el campo, o incluso en la cubierta de un buque. Esta versatilidad, unida a la extensa red de corresponsales con la que ya contaba la Casa Laurent, motivó que la Corona le encargara producir un amplio catálogo de obras públicas con el que borrar la imagen de España que había en Europa como país atrasado, sin infraestructuras y poblado de majas y bandoleros.
EL MEJOR EMBAJADOR DE LA ESPAÑA DEL XIX_
Adelantado a su tiempo, Laurent comprendió que una imagen podía ayudar a vender un país… y más aún tras conseguir los derechos para fotografiar los cuadros del entonces Real Museo de Pintura, hoy Museo Nacional del Prado, para reproducirlos en sus catálogos.
Y es que, consciente del valor de su obra, el fotógrafo francés evidenció la necesidad de organizar un archivo con todas las imágenes que iba produciendo. Así, desde 1861 la Casa Laurent publicó sucesivos catálogos que mostraban las fotografías a la venta en su taller, algo muy novedoso para la época.
Estas fotografías podían adquirirse sueltas o montadas sobre cartones, pero también agrupadas en álbumes temáticos lujosamente encuadernados que llegarían a difundirse por toda Europa, a través de las tiendas de J. Laurent en Madrid y París.
Este encomiable trabajo de difusión del patrimonio español convirtió a Jean Laurent en el mejor embajador de la cultura española por medio mundo y en uno de los fotógrafos más ricos del momento.
UN NUEVO ESTUDIO Y VIVIENDA_
Su fortuna le permitió encargar un nuevo edificio en Madrid en el que pudiesen tener cabida tanto la vivienda familiar como su taller fotográfico, cuyo diseño sería planteado por el prestigioso arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, autor de proyectos como el Palacio de Velázquez o el Palacio de Cristal.
El original edificio de estilo neomudéjar, ubicado en la Calle Granada e inaugurado en noviembre de 1885, pronto se convertiría en todo un referente constructivo en el ámbito fotográfico español.
MUERTE Y LEGADO DE JEAN LAURENT_
Aquella misma casa-estudio-taller en la que falleció el fotógrafo francés el 24 de noviembre de 1886 a los 70 años de edad, sigue hoy en pie pero con una función muy distinta: actualmente acoge el colegio público Francisco de Quevedo.
Jean Laurent fue enterrado en el cementerio de la Almudena como un madrileño más. Curiosamente, por propia elección, en su lápida se puede leer su nombre españolizado: “Juan Laurent”. Un homenaje al país y la ciudad en los que se desarrolló como persona y profesional.
Hoy, casi un siglo y medio después de su muerte, el legado cultural de Laurent es, simplemente, inigualable. Más de 12.000 negativos reflejan con pelos y señales la España de la segunda mitad del siglo XIX, parte de los cuales se encuentran digitalizados y disponibles para consulta pública a través de la página web del Ministerio de Cultura y Deporte, conformando una herramienta imprescindible para poder conocer el patrimonio español actualmente desparecido.
Aunque, tristemente, el recuerdo de sus logros se ha difuminado con el tiempo, Juan Laurent siempre será el mejor notario de una España compleja, un país entre la tradición y la modernidad al que supo poner cara. Su obra nos ofrece hoy un paseo único por nuestra propia Historia… una memoria visual que no sería la misma sin sus icónicas imágenes.