Definiendo lo castizo
Carlos arniches y el carÁcter madrileño
Si tuvieras que definir Madrid… ¿lo harías como una ciudad castiza o cosmopolita? Por un lado combina las infraestructuras más modernas, los restaurantes de lujo, las tiendas de las marcas más exclusivas, imponentes hoteles, turistas de todas las nacionalidades… pero por otro Madrid tiene alma de pueblo y, debajo de esa pátina moderna y alternativa, aún queda algo de la esencia de lo que fue hace no tantas décadas… lo genuino… esa seña de identidad a la que denominamos “casticismo” y que tuvo en Carlos Arniches a su mejor representante.
Pero, antes de continuar… ¿qué es lo castizo y cómo determina la identidad de Madrid? Aunque no soy madrileño, os daré mi opinión.
“Castizo” funcionaría como sinónimo de auténtico, algo así como el factor diferencial de Madrid y de los madrileños… aquello que reivindica sus tradiciones y los valores propios de su folclore.
Dentro de “lo castizo” cabría todo aquello que va unido a la imagen que tenemos de Madrid y sus habitantes a lo largo de los siglos... su forma de vestir, su música, sus bailes, su forma de expresarse… pero también la apertura y la mezcla características de su carácter, el de una ciudad que va construyendo su identidad con elementos que vienen de fuera.
Los barrios madrileños están formados por personas de todas partes… y no es requisito imprescindible ser madrileño para ser castizo. Lo castizo es convivencia, tolerancia, respeto y comunidad, no sólo a la hora de superar los malos momentos, sino también a la hora de divertirse y disfrutar.
La forma de ser castiza está marcada por la chulería, la crítica, la ironía, un acento, un vocabulario y una forma de expresarse que marcan la identidad de los madrileños desde hace poco más de un siglo. Fueron los creadores de comedias y sainetes quienes inventaron el habla castiza de Madrid, los madrileños la imitaron y la asumieron para siempre como parte de su esencia. De entre todos los autores que han ayudado a construir esta idiosincrasia castiza tan especial, el que probablemente más ha influido es, sin duda, Carlos Arniches… un madrileño de Alicante.
Carlos Arniches Barrera nació en Alicante en 1866 en el seno de una familia muy humilde. Tras pasar por Barcelona, donde trabajó como periodista, llegó a Madrid con 19 años para iniciar la carrera de Derecho. Sin embargo, su amigo el músico, también alicantino, Ruperto Chapí, le introdujo pronto en el mundo de la escena, un ámbito que fascinó al joven estudiante. Junto a Chapí se iniciaría en la zarzuela y los sainetes líricos, con los que en poco tiempo alcanzaría el éxito.
Los sainetes eran breves piezas de temática costumbrista y moralizante que había popularizado en el siglo XVI el actor y dramaturgo sevillano Lope de Rueda y desarrollado en el siglo XVIII Ramón de la Cruz. Arniches continuaría esta tradición en el siglo XX junto a otros autores como los hermanos Álvarez Quintero.
A través de sus sainetes, Arniches consiguió reflejar la vida anecdótica del Madrid de la época, recreando sus tipos y costumbres sociales, combinando de forma cómica situaciones domésticas con otras dramáticas… dando lugar a escenas que a veces rayan lo grotesco.
Arniches reinterpretó y renovó el lenguaje de las clases bajas de Madrid. Siempre mostró un gran interés por el uso del idioma, según las procedencias de cada individuo, y consiguió captar el “habla” del pueblo. Más aún cuando comenzó a ridiculizar con cariño el habla castiza madrileña y se encontró de pronto con que la gente de Madrid la asumió como suya. Se podría decir que Arniches no describió el casticismo madrileño, sino que lo creó.
Renovador del lenguaje, constructor de tipos, urdidor de tramas y uno de los grandes autores del teatro español con títulos como La señorita de Trévelez, Es mi hombre, El amigo Melquíades, Los caciques o ¡Que viene mi marido!, su obra sigue siendo hoy tremendamente actual y su influencia constante en los nuevos autores.
Al estallar la Guerra Civil, Arniches abandonó España para trasladarse a Buenos Aires. En 1940, al terminar la contienda, regresaba a Madrid. Alberto Alcocer, alcalde de la capital en aquel momento, fue a ver al escritor para consultarle qué calle le gustaría tener en el nuevo Barrio de Salamanca. El dramaturgo, sin embargo, la pidió en el Rastro. Esta placa de la Calle de Arniches recuerda hoy el lugar que lo acogió durante toda su vida y donde pudo aprender las costumbres, los gestos y el lenguaje de los madrileños castizos.
Recorrer hoy Las Vistillas o el Rastro, paseando por Embajadores, Arganzuela o Lavapiés nos permite imaginar a los personajes creados por Carlos Arniches, disfrutando con su chulería y desparpajo… mientras convivimos con la modernidad de un Madrid que nunca dejará de ser castizo.