El Ángel de la guarda

Casa de Ángel Sanz-Briz. Madrid, 2020. ©ReviveMadrid

Casa de Ángel Sanz-Briz. Madrid, 2020. ©ReviveMadrid

Ángel Sanz-Briz: el ángel de Budapest

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) es considerada el conflicto bélico más desgarrador de la historia universal. Más de 100 millones de soldados de una veintena de países tomaron parte y se calcula que más de 60 millones de personas, entre militares y civiles, murieron como consecuencia de la guerra y sus secuelas.

Se trata también de uno de los acontecimientos mejor documentados de la Historia. A través de libros, series, películas, etc, hemos puesto nombre a sus víctimas, a sus verdugos y también a sus héroes… aunque alguno de estos últimos, como el diplomático español Ángel Sanz Briz y su extraordinaria labor humanitaria, siguen siendo hoy, incomprensiblemente, poco conocidos. Esta es la apasionante historia de “el ángel de Budapest”.

La derrota final del nazismo costó un continente en ruinas. El último país que Adolf Hitler pudo destruir antes de su derrota fue Hungría, quizá uno de los frentes de guerra menos conocidos.

El país magiar cumplió un papel secundario durante la contienda, pero muy relevante. Llegado el momento, se vio obligado a elegir entre someterse al Tercer Reich o luchar y ser invadido. Finalmente accedió a aliarse con Alemania y contribuyó con importantes tropas a las operaciones militares a cambio de poder mantener su independencia… un aliado como la Francia de Vichy o la Italia de Mussolini.

Esta decisión permitió que, durante los primeros años de la guerra, Hungría no sufriera a las SS ni a la Gestapo. Además, a pesar de tener la legislación antisemita más antigua de Europa, se había convertido en una especie de oasis para los judíos europeos. Nadie había partido hacia los campos de concentración y no hubo guetos ni fusilamientos.

Sin embargo, en marzo de 1944 todo iba a cambiar. Cuando ya era patente que el Tercer Reich perdería la guerra, Hungría intentó tornar su alianza hacia los Aliados. Al enterarse Hitler de este cambio de bando, decidió invadir el país y enviar a Budapest a Adolf Eichmann, máximo responsable del programa denominado “Solución Final”, o lo que es lo mismo: el exterminio judío.

En mayo del 44, los propios oficiales húngaros al mando de Eichmann comenzaron a organizar las grandes deportaciones hacia los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau. Se calcula que cerca de 565.000 judíos procedentes de Hungría murieron en las cámaras de gas durante los meses siguientes.

Dos años antes, en 1942, y en medio del conflicto mundial, había llegado a Budapest un joven diplomático zaragozano de poco más de treinta años llamado Ángel Sanz-Briz, que ocupaba su primer puesto de relevancia como encargado de Negocios de la Embajada de España en Budapest. Sin embargo, la ocupación de Hungría por parte de los nazis provocó que el embajador titular español abandonara la sede, colocando repentinamente al joven Sanz-Briz al mando de la embajada.

El espectáculo que el joven diplomático presenció tras la llegada de los nazis a la capital húngara, con el apaleamiento de judíos por las calles y la deportación masiva a los campos de exterminio, le horrorizó.

Su situación era extremadamente delicada, al representar a un país que todavía mantenía buenas relaciones con la Alemania nazi, Briz debía guardar un difícil equilibrio entre su ética y su carrera profesional.

Mientras tanto, dos presos judíos habían logrado fugarse de Auschwitz para llegar andando hasta Eslovaquia. Una vez a salvo, habían elaborado un informe que describía de forma minuciosa y detallada el funcionamiento de las cámaras de gas, los crematorios y, en general, el crimen que a escala industrial estaban perpetrando los nazis en los campos de concentración.

Su testimonio confirmó que el ejército alemán estaba preparado para afrontar el exterminio de los judíos de Budapest. Ese informe llegó a las embajadas y a manos de Sanz-Briz… y se convirtió en la gota que colmó el vaso de su conciencia.

El joven zaragozano comenzó a informar al gobierno español la verdad de la desesperada situación de los judíos en Budapest. Sin embargo, durante meses no recibió instrucciones de un Régimen que inicialmente había respaldado a Hitler.

Franco había asistido al Tercer Reich durante casi toda la guerra en concepto de factura por la ayuda prestada al bando nacional durante la Guerra Civil, ya fuera mediante recursos y materias primas o con los voluntarios españoles de la División Azul, que lucharon contra la URSS hasta 1944.

Cuando la derrota de las potencias del Eje era inevitable, el propio gobierno de Franco se fue desenganchando de ese bando como mera estrategia de supervivencia y lavado de cara. Esto motivó que, finalmente, Sanz-Briz recibiera una tibia autorización del Régimen para idear un plan de ayuda para salvar a todos los judíos que le fuera posible del exterminio.

El diplomático se puso manos a la obra y recurrió a un viejo decreto promulgado en 1924 por el cual los judíos sefardíes, expulsados de nuestro país en tiempos de los Reyes Católicos, tenían derecho al pasaporte español. Aunque esta ley ya no estaba en vigor, sirvió a Briz para convencer a las autoridades húngaras y nazis, incluido al propio Eichmann.

El joven español comenzó a conceder pasaportes españoles y cartas de protección a todo aquel que acreditara su condición de sefardita. Pronto extendió los pasaportes a todos los miembros de una familia, después a los que tuvieran algún familiar sefardí y por último a todos los judíos que lo solicitaban, sin considerar su origen.

Aunque solo le permitieron expedir 300 pasaportes, Briz buscó la manera de trucar la numeración, añadiendo letras a cada número, usando todo el alfabeto y emitiendo más documentos como si fueran una serie (100-A, 100-B...). Ninguna autoridad lo comprobó y de esta manera consiguió proveer de un salvoconducto a, aproximadamente, 2.000 familias judías.

Pero Sanz no se detuvo ahí. Creó una red de viviendas a cuenta de la Embajada en las que cobijó a multitud de familias judías que, aunque hacinadas, consiguieron escapar de las deportaciones. En la puerta de estas casas colgaba la bandera española y un cartel que indicaba “anejo a la legación española”. Mientras, el personal de la embajada española llevaba cada día alimentos a los refugiados y velaba por su salubridad.

Briz continuó desarrollando esta dinámica hasta el 30 de noviembre de 1944, cuando el Ministerio español de Exteriores ordenó clausurar su Embajada en Budapest ante la inminente entrada en la ciudad de las fuerzas de la URSS, con la que España no mantenía relaciones.

A su salida de Hungría Ángel Sanz-Briz, en sólo unos pocos meses, había conseguido salvar la vida a cerca de 5.200 judíos. Para que podamos hacernos una idea de la magnitud de la labor humanitaria del español, Oskar Schindler, el célebre industrial alemán cuya valiente iniciativa en favor de los judíos fue llevada al cine en 1993 en la película “La lista de Schindler”, salvó a algo más de mil.

Aunque todo indicaba que este zaragozano se convertiría en un héroe al regresar a España, la realidad fue otra bien distinta… su gesta fue olvidada por completo.

En 1966, Israel le concedió el título de “Justo entre las Naciones”, máximo reconocimiento con el que el estado hebreo honra a aquellas personas o colectivos que, no siendo judíos, arriesgaron su vida durante el Holocausto para salvar la de un judío. Sin embargo, el Estado español no le permitió recibirlo: el Gobierno franquista no mantenía relaciones diplomáticas con Israel.

Tras su labor en Hungría, el diplomático zaragozano desarrolló una dilatada carrera como embajador, hasta su fallecimiento en Roma en 1980, mientras representaba a España en la Santa Sede.

Finalmente, aunque a título póstumo, el Parlamento de Israel pudo reconocer la obra filantrópica de Sanz-Briz en 1991, entregándole a su viuda el título de Justo entre las Naciones al que se había visto obligado a renunciar años antes. Además, en 1994 recibió el homenaje por parte de Hungría.

Madrid recuerda al llamado “Ángel de Budapest” con una calle en el barrio de La Latina y esta placa en la que fue su casa, en la Calle de Velázquez, número 93.

Ante el horror de la ocupación nazi y del Holocausto, un español optó por dejar de ser un mero espectador y pasar a la acción… un joven de 34 años que se jugó su vida y su carrera para ayudar al prójimo… un ser humano excepcional, que supo dar un paso adelante ante la indiferencia de muchos. Hoy, la figura de Ángel Sanz-Briz y su gesta quizá pasan desapercibidas, cuando deberíamos emplearlas para demostrar a las nuevas generaciones que, incluso frente a la realidad más desgarradora, todos podemos elegir no cerrar los ojos y actuar en defensa del respeto, la libertad y la vida.

Ángel Sanz-Briz (Zaragoza, 1910-Roma, 1980)

Ángel Sanz-Briz (Zaragoza, 1910-Roma, 1980)

Quien salva una vida salva al mundo entero
— Pasaje del Talmud


¿cómo puedo encontrar la casa en la que vivió Ángel sanz-brizen madrid?