La vida en verso
Federico García Lorca y Madrid… amores que matan
En muchas ocasiones Madrid supone, para quienes llegamos a la capital, fuente de inspiración, expresión y creatividad. Nos permite experimentar, probarnos, conocernos, convertirnos en una versión mejorada de nosotros mismos… hasta tal punto que ya no podemos vivir sin ella. Federico García Lorca vivió la ciudad intensamente y en ella pasó los mejores años de su vida… una vida que, como todos sabemos, una guerra incomprensible truncó demasiado pronto.
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898- Víznar, 1936) llegó a Madrid en la primavera de 1919, a punto de cumplir 21 años. En marzo había recibido una carta de su amigo José Mora Guarnido desde Madrid que le decía: “debías venir aquí; dile a tu padre en mi nombre que te haría, mandándote aquí, más favor que con haberte traído al mundo”. Federico estaba viviendo un sueño.
Fue Fernando Giner de los Ríos quien convenció a los padres del granadino para que le permitieran dejar Granada y continuar sus estudios en la Residencia de Estudiantes de Madrid, uno de los templos más importantes de la cultura de nuestro país, donde pasaría los años más creativos de su vida. Allí empezó a ser realmente él, alejado de una Granada que ya comenzaba a agobiarle.
La capital le ofreció lo que nunca había encontrado en Andalucía: estímulos intelectuales constantes, contacto con la vanguardia artística y compañías peculiares como Salvador Dalí, Luis Buñuel, Pepín Bello o Juan Ramón Jiménez, entre otros. Lorca sucumbió a la vida madrileña e imploró a sus padres que no le hicieran regresar a casa cuando terminara sus estudios: “Yo he nacido poeta y artista como el que nace cojo, como el que nace ciego, como el que nace guapo. Dejadme las alas en su sitio que os respondo que volaré bien”. Comenzaba un idilio del poeta con Madrid, que marcaría su obra y su vida.
El año que abandonó definitivamente la Residencia de Estudiantes, 1928, fue el mismo en que publicó su primer éxito: Romancero gitano. En los años siguientes publicaría su Libro de poemas, compuso sus Suites de piano, obtuvo el éxito con sus proyectos teatrales y fundó el grupo de teatro universitario La Barraca.
Frecuentaba los cafés literarios, como el Café Lion, junto a la Plaza de Cibeles, y las famosas tertulias en casa del poeta malagueño Vicente Aleixandre, donde celebraban sesiones literarias junto a Miguel Hernández.
Fueron años de una gran actividad creativa, de grandes pasiones y decepciones amorosas… y de una gran agitación política e intelectual en España que desembocaría en el estallido de la Guerra Civil, el 17 de julio de 1936.
Madrid llevaba meses viviendo un clima de enorme tensión y por todas partes se escuchaban rumores de que un golpe militar era inminente. Los amigos de Federico le habían aconsejado que abandonase la ciudad, pero no sería hasta el 14 de julio cuando el poeta tomara la decisión. Ese día cogería su último tren desde la estación de Atocha, dirección Granada… un viaje sin retorno. Un mes más tarde era detenido, acusado de ser “espía de los rusos y homosexual”. En la madrugada del 18 de agosto, a las cinco menos cuarto de la mañana, era fusilado en el Barranco de Víznar.
El Teatro Español, que tantos triunfos le otorgó, le recuerda con esta estatua ubicada en la Plaza de Santa Ana, en pleno Barrio de las letras de Madrid. En ella el poeta granadino, vestido con traje de chaqueta, sujeta entre sus manos una alondra que se dispone a volar.
Este 2019 se cumplen cien años de la llegada de Federico García Lorca a la capital, el comienzo de una relación que marcó a ambos y en la que el dramaturgo floreció como persona y artista. Granadino de nacimiento, madrileño de adopción, el espíritu de Lorca aún se siente en las calles de Madrid.